lunes, 24 de marzo de 2014

A falta de explicaciones

He de empezar este escrito aclarando y advirtiendo que conozco la falta de “cientificidad” de mis palabras. Las funciones del corazón y del cerebro me las conozco a grandes rasgos, una que otra más a fondo. No son necesarias las correcciones pseudosabiondas ni las observaciones  neurocardiomamonas, puede que le peguen a mi orgullo pero mi mente y sobre todo mi alma nomás no las van a entender. Pocas virtudes me reconozco realmente,  una de ellas es que tengo un alma necia, esperanzada, y esta noche le cedo la palabra y los derechos de autor.

Nadie se va. Nunca.
A ver Fátima y tú ¿cómo piensas que funciona el cerebro? ¿De verdad te tragas todas esas historias que cuenta cualquier hijo de vecino? ¡No seas ingenua Dios mío! Eso si no te lo permito, ni hoy, ni ayer, ni nunca. Pero te guste o no, hoy acabo con tu ignorancia mi reina: El cerebro es una fábrica de amor: está lleno de foquitos diminutos, miles de ellos, de todos los colores, se prenden y se apagan  y emanan una luz tan sutil, tan cálida, tan absolutamente perfecta que si  tus ojos la pudieran ver  perderías la conciencia para siempre. Estos foquitos no son ni neuronas, ni transmisores, estos foquitos son contenedores de cristal que guardan la esencia de todo ser que hayas amado aunque fuera un instante, y la energía que los hace parpadear baila al ritmo de su respiración. Tú no piensas si no amas Fátima. Tu cerebro se alimenta de la mágica y única esencia de cada alma con que has tropezado y por la cual hayas sentido un centímetro  de amor. Imagínate el espectáculo: ¡cuánta luz! ¡Cuánto amor! Tú ¿quién eres Fátima sin la respiración de tus maestros? Cada ser que haya pisado la línea de tu vida lo suficientemente fuerte como para provocarte una pizca de cariño te ha enseñado una valiosísima lección que hará un viaje intermitente hasta hacerte pensar. Hasta hacerte amar. El cerebro es una fábrica de amor.
Nadie se va. Nunca.
Ni te pregunto que sabes del corazón… seguro el único cuento que conoces es el del motor de sangre ¿verdad? ¡Vaya! , ¿Por qué no me sorprende?  El corazón  no sirve nomás para bombear viscosidades. El corazón es una bodega, una bodega  enorme llena de espejos que reflejan la luz de los foquitos de allá arriba. Un rayo tras otro, se disparan a velocidades inimaginables, contra este espejo, contra este otro, sin fin. En el corazón no existe el tiempo, en él se almacena la esencia de cada respiro, de cada recuerdo que lleva consigo y ahí mismo se concentran hasta calentarse, hasta ebullir, hasta estallar y viajar a través de los tubitos esos que se llaman venas, y arterias y no sé qué cosas más… y te mantienen viva Fátima. Y te mantienen viva.

Nadie se va. Nunca.
Porque cuando alguien a quien amas deja de respirar es como si se muriera una estrella y toda luz que haya emanado de ella fuera un parpadeo eterno para ti. Tu cuerpo es una galaxia inmensa que refleja cada respiro de aquellos a los que amas.

Nadie se va. Nunca. Su luz vive en ti. Para siempre.

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