He de empezar este escrito
aclarando y advirtiendo que conozco la falta de “cientificidad” de mis
palabras. Las funciones del corazón y del cerebro me las conozco a grandes rasgos,
una que otra más a fondo. No son necesarias las correcciones pseudosabiondas ni
las observaciones neurocardiomamonas, puede
que le peguen a mi orgullo pero mi mente y sobre todo mi alma nomás no las van
a entender. Pocas virtudes me reconozco realmente, una de ellas es que tengo un alma necia,
esperanzada, y esta noche le cedo la palabra y los derechos de autor.
Nadie se va. Nunca.
A ver Fátima y tú ¿cómo piensas
que funciona el cerebro? ¿De verdad te tragas todas esas historias que cuenta
cualquier hijo de vecino? ¡No seas ingenua Dios mío! Eso si no te lo permito,
ni hoy, ni ayer, ni nunca. Pero te guste o no, hoy acabo con tu ignorancia mi
reina: El cerebro es una fábrica de amor: está lleno de foquitos diminutos,
miles de ellos, de todos los colores, se prenden y se apagan y emanan una luz tan sutil, tan cálida, tan
absolutamente perfecta que si tus ojos
la pudieran ver perderías la conciencia
para siempre. Estos foquitos no son ni neuronas, ni transmisores, estos foquitos
son contenedores de cristal que guardan la esencia de todo ser que hayas amado
aunque fuera un instante, y la energía que los hace parpadear baila al ritmo de
su respiración. Tú no piensas si no amas Fátima. Tu cerebro se alimenta de la
mágica y única esencia de cada alma con que has tropezado y por la cual hayas
sentido un centímetro de amor. Imagínate el espectáculo: ¡cuánta luz! ¡Cuánto amor!
Tú ¿quién eres Fátima sin la respiración de tus maestros? Cada ser que haya
pisado la línea de tu vida lo suficientemente fuerte como para provocarte una
pizca de cariño te ha enseñado una valiosísima lección que hará un viaje
intermitente hasta hacerte pensar. Hasta hacerte amar. El cerebro es una
fábrica de amor.
Nadie se va. Nunca.
Ni te pregunto que sabes del
corazón… seguro el único cuento que conoces es el del motor de sangre ¿verdad?
¡Vaya! , ¿Por qué no me sorprende? El
corazón no sirve nomás para bombear
viscosidades. El corazón es una bodega, una bodega enorme llena de espejos que reflejan la luz de
los foquitos de allá arriba. Un rayo tras otro, se disparan a velocidades
inimaginables, contra este espejo, contra este otro, sin fin. En el corazón no
existe el tiempo, en él se almacena la esencia de cada respiro, de cada recuerdo
que lleva consigo y ahí mismo se concentran hasta calentarse, hasta ebullir, hasta estallar y viajar a través de
los tubitos esos que se llaman venas, y arterias y no sé qué cosas más… y te
mantienen viva Fátima. Y te mantienen viva.
Nadie se va. Nunca.
Porque cuando alguien a quien amas deja de respirar es
como si se muriera una estrella y toda luz que haya emanado de ella fuera un
parpadeo eterno para ti. Tu cuerpo es una galaxia inmensa que refleja cada respiro
de aquellos a los que amas.
Nadie se va. Nunca. Su luz vive
en ti. Para siempre.
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