lunes, 17 de marzo de 2014

La gelatina discursiva del hombre moderno

Vivimos en el mundo de las opciones. Elegimos el color de nuestras uñas, los accesorios que combinan con nuestros ojos, la contraseña de nuestros perfiles en redes sociales y el aderezo de nuestras ensaladas; de modo que hacemos elecciones todo el tiempo y eso nos hace libres.

El hombre es hombre a través del lenguaje.  Hay palabra que están ligadas a imágenes y son comprendidas a través de esta relación, por ejemplo la palabra “gato”, cuando un humano escucha esa palabra automáticamente la relaciona con una imagen mental de lo que conoce como gato (negro o pardo, grande o chico, gordo o flaco. Gato al fin) sin embargo hay conceptos que no pueden ser relacionados con una figuración, como la “felicidad”, para significar la felicidad no se puede hacer una traducción de la palabra a una imagen mental fiel al concepto pues se trata de una idea abstracta. La capacidad de abstracción de los conceptos mediante la significación de éstos y la producción de razonamientos y discursos como resultado de este proceso, distingue a la especie humana de cualquier otra; le permite tejer ideas, y reinventar el mundo a tal grado que ha construido una sociedad con problemáticas tan específicas que solo pueden ser producto de una complejización del sentido comunicativo y adaptativo de la especie (Sartori, 1998).
Pero, ¿Qué pasaría si dichas capacidades complejas se vieran amenazadas por si mismas? El discurso moderno califica a la libertad como el ideal humano por excelencia: “El hombre es libre”. Pero, ¿Qué es ser libre? Comencemos por definir el concepto antagónico a la libertad: la esclavitud, ¡Pobres aquellos que son esclavos del hombre! Según el Diccionario de la Real Academia Española la esclavitud es la sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra, o a un trabajo u obligación, sin tener elección… si podemos elegir, somos libres, luego entonces la elección es igual a la libertad. Siguiendo esta lógica comprenderemos la producción desmedida de opciones, opciones con diferencias y especificidades  tales que pueden proveerle una identidad a una persona con tan solo poseer esa elección. Es decir si el hombre moderno requiere de vestimenta para protegerse del clima puede y debe hacer una elección de aquellas prendas que quiere poseer, primero elegirá entre un pantalón y una falda, elección que lo distinguirá como hombre o mujer, debe también escoger el color, tela, marca y precio de la indumentaria, atributos que irán clasificándolo hasta obtener como resultado una imagen. La estereotipación de la imagen a través de la elección constituye uno de los engranes más grandes del “pensamiento” moderno. ¿Libertad?

La reforma educativa, la reforma hacendaria, la reforma energética, la reforma laboral… ¿la re/forma? ¿la re/construcción? ¿la re/significación? O ¿la re/encarnación de la forma gelatinizada de los conceptos?

Conceptos como la libertad han superado el alcance de la razón para convertirse en idealizaciones, en palabras vacías que han perdido su condición abstracta para convertirse en una imagen sublimada,  como si se cuajaran en una gelatina impenetrable para el raciocinio y se mantuvieran pulidas y brillantes, listas para servirse como el plato fuerte en cualquier discurso. Es decir que estos conceptos, harán todo el trabajo al momento de transmitir información, por ejemplo: bastará con decorar un discurso político con la palabra “reforma” para que automáticamente la población lo relacione con un cambio positivo, adjetivar una acción con el concepto de “amor” para cambiarle el sentido, incluir el atributo de “calidad” a cualquier producto para venderlo, y no importa cual ilógico sea el discurso, la gelatina verbal se encontrará muy lejos del análisis del receptor del mensaje.
En un discurso de Hitler, uno de los líderes más poderosos y destructivos en la historia de la humanidad se pueden localizar más de veinte palabras referentes a la muerte, a la violencia, destrucción y sufrimiento. ¿Quién querría seguir a un hombre que explicita tales deseos? Si analizamos la estructura de las frases que utiliza a lo largo de su alegato se identifica el genial uso de conceptos gelatina como “satisfacción”, “higiene”, “perfección”, “belleza”, “poder”. Todo el ideal nazi estaba basado en este tipo de concepciones que, aunadas a una aparente intelectualización de sus creencias racistas y a condiciones sociales vulnerables (Terapia de shock), dieron origen al genocidio más grande de la historia.
No hay peor esclavo que el que no conoce su condición. Y es el esclavo del discurso el más esclavo de esclavos, pues ha perdido la capacidad compleja que le distinguía de las otras especies, se ha convertido en un animal de imágenes incapaz de comprender más allá de lo que sus sentidos le proveen y reaccionando indiscriminadamente a los estímulos del mundo de manera lineal  y sistematizada, como palomita Skinneriana y lo que es peor, no lo sabe.
George Orwell se debe estar retorciendo de risa desde su tumba, o quizás ha estado llorando amargamente la descerebración paulatina de los seres humanos a través de su obra cumbre como especie: el lenguaje. Orwell, en su libro 1984 crea una lengua mecanizada, “neolengua”, que funge como dispositivo de control del pensamiento, funciona más o menos así: se elimina el 80% de las palabras sustituyéndolas con la negación de su antónimo es decir  en lugar de decir que algo es malo simplemente se cambia por la expresión “nobueno”, de modo tal que las abstracciones de casi todas las palabras se eliminan de la razón humana. Se prescinde de preposiciones, artículos  y pronombres de manera que la estructura del discurso es siempre la misma, si, como si se tratara de un alegato político. El discurso del hombre moderno no es distinto al planteamiento Orwelliano; retomemos la propuesta de Fernández Christlieb referente a los espacios subjetivos, pensemos en el Ágora griego: el lugar del diálogo y la razón, del discurso y de la expresión lingüística pública, el lugar de las decisiones políticas y sociales. Estos espacios subjetivos han ido evolucionando con el paso del tiempo, actualmente, puedo decirlo sin dudarlo, estos espacios se han visto reducidos en un porcentaje altísimo a los medios virtuales de comunicación;  la transmisión de información a través de la imagen, la dramática reducción del vocabulario y la informalización de la escritura, han reducido el significado de cualquier intento de pensamiento a procesamientos sensoriales repletos de conceptos gelatinizados.

Ahórrese tiempo ¡Deje usted de pensar!

Uno de mis libros favoritos fue escrito por un alemán llamado Michael Ende. Momo, es la historia de una niña por demás sensata que vive en una sociedad que está siendo devorada por unos hombrecillos come tiempo que a través de un discurso gelatina y cálculos matemáticos incomprensibles, convencen a la gente de que el tiempo es oro y no deben perderlo en banalidades tales como pensar, leer, escribir o socializar. Hoy, estoy segura de que estos “hombres grises” tras ser derrotados por Momo y Casiopea han inventado  Facebook para ganarse la vida.
No intento satanizar a las redes sociales sin embargo considero que la reducción de la abstracción del discurso tiene mucho que ver con el uso que les da la sociedad en general; las figuras se apropian de nuestras mentes desde el momento que nos adentramos en este mundo virtual; fotografías, gráficos y colores serán suficientes para transmitir un mensaje. Ya no se busca el diálogo ni el intercambio de ideas, ni se busca pensar; se busca un like, un seguidor, un suscriptor que idolatre nuestra imagen. Si salimos de viaje debemos tomar la fotografía que lucirá perfecta en la portada del muro, debemos twittear nuestra ubicación y actualizar nuestro estado comunicándole al mundo lo “felices” que somos, no con el afán de generar un diálogo sino una imagen, una idea vacía de lo que somos o queremos que los demás crean que somos, “Porque somos lo que proyectamos”  “Porque compartida la vida es más” y “Porque ya no hay tiempo... ¡No lo pienses más!”

Nombre, Edad. Pague en caja por favor. Lea un capítulo de alguna obra de Foucault. Hable de política y exprese su desagrado por el sistema capitalista. Firme aquí, firme acá. ¡Felicidades, Licenciado!

En un mundo en el que existe el atontamiento de masas, existe también una resistencia, un grupo de personas que “entienden” que no se dejan engañar, que descalifican al sistema y usan palabras rimbombantes. Pertenecer a este grupo, por lo menos en el contexto universitario, significa pertenecer al bando de los que “saben”, significa ser inteligente y reírse de quienes no hayan leído a Žižek, ¡Cómo si leer a Lacan desde si mismo no fuera suficientemente complicado!

 

Pero, ¿se trata de un alumbramiento real o se ha ligado la palabra “pensamiento” a la “imagen del intelectual”? ¿Se trata de pensar o de demostrar que pensamos? ¿Se trata de entender o de aparentar que entendemos mientras hacemos muecas de disgusto al leer El economista? ¿Se trata de reflexionar o de beber café? ¿O de que nos vean tomar café mientras reflexionamos?

 

Lo que está “de moda” es una apariencia, y HOY está de moda pensar. Sucede que la incapacidad de ver más allá de los sentidos convierte al hombre en un ente tan básico, que es incapaz de darse cuenta de la inconsistencia del discurso y esto significa seguir inmerso en él, aceptándolo tal cual es aunque ayer haya anunciado vida y hoy pronuncie muerte. No es en absoluto una casualidad que coexistan en la modernidad las figuras del intelectual y el ignorante; el intelectual de nuestros tiempos ya no es aquel que piensa si no aquel que noignora.


Y ¿qué si lo que pensamos que pensamos porque elegimos pensarlo, en realidad no lo pensamos sino que lo reproducimos pensando que antes lo pensamos?

Los riesgos de la reducción del pensamiento son más que una sociedad acelerada y fantasmal qu vive de los hábitos y de materializaciones que no comprende y sin embargo trabaja diez horas diarias para poseerlos, aunque sea por un segundo. Se trata en realidad de posibilidades que podrían pasar por cuento de Allan Poe, estamos hablando de seres mecanizados y lineales. ¿Evolución o involución de la especie?
La evolución es el proceso  que ha generado diversidad en el planeta Tierra, por lo tanto los seres humanos somos producto de la evolución. En el tiempo que el humano ha habitado la Tierra ha sufrido muchos cambios, desde su postura, el acelerado desarrollo de la tecnología y por supuesto la aparición del pensamiento simbólico, el más distintivo y complejo de los atributos del hombre.
Charles Darwin en “El origen de las especies”, dice: “Entonces aquellos miembros de la población con características menos adaptadas (según lo determine su medio ambiente) morirán con más probabilidad. Por lo tanto aquellos miembros con características mejor adaptadas sobrevivirán más probablemente.” (1859).
El medio ambiente ha sido completamente alterado por el hombre pues ha desafiado sus leyes con cada invento. Entonces ¿quién decide si un organismo es o no apto para vivir? ¿Sobrevivirá el que más piensa o el que mejor obedece?
En mi opinión no existe casualidad alguna en ninguno de los hechos que acompañan a la sociedad moderna, las piezas han caído tras el golpe de la anterior. Los mecanismos de control de masas son cada vez más sofisticados, los cerebros humanos están siendo prácticamente desprogramados, convirtiéndose en masa gelatinosa absolutamente maleable.
El noignorar significa pretender y no se necesita más para ser exitoso en un mundo donde la imagen significa todo. Son muchas las reflexiones que se hacen con respecto a este tema pero poco se actúa por hacer del pensamiento un proceso real, independiente de las imágenes y de las idealizaciones del hombre.

Vivimos en el mundo delas opciones y todas estas representan la toma de posesión de las ligaduras frías y sublimes que atan una a una la gelatinas del discurso moderno, representan el suicidio mental. Sigamos bebiendo  del Kool-Aid de  ¡sabrá Dios quien chingados!, seguro que el desenlace será perverso…. Pregúntenle a los de Jonestown.

-Fa-

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